Hace unos días, al montarme en el autobús vi a dos amigas sentadas en la parte de atrás. Estaba un asiento más para delante de ellas y entonces, las oí. Una tenía la voz temblorosa, signo de que ya mismo iban a caer algunas lágrimas. Su amiga intentaba consolarla. Le decía que todo saldrá bien, que él se recuperará… Entonces ella, con la última voz que le quedaba, dijo: ¿Y si se va? No sabes lo que es porque nunca has amado a nadie.
La amiga sin decir nada más, la abrazo.
En ese momento él apareció en mi mente. Pensé en lo que había dicho ella. Y entonces se me hizo un nudo en la garganta al pensar como sería si estuviese en su lugar. ¿Qué sería de mí si tú te fueras? Y no se deberían pensar estas cosas, pero ella consiguió que me lo imaginara. Y es que, si estuviera en su lugar mi vida sería como un cristal, frágil, casi susceptible, con gran facilidad para romperse en cualquier momento.
Y entonces la amiga volvió a intentar consolarla. Le dijo que no se podía querer a nadie en tan poco tiempo, que si se iba podría superarlo… y hubo una pregunta que realmente me hizo pensar, ¿de verdad vale la pena pasarlo así de mal?
Esa pregunta quebró el cristal. Volví a hacerme esa pregunta en mi interior, no voy a decir que no me he hecho más veces esa pregunta. Una vez alguien me hizo esa misma pregunta hace unas semanas.
¿Qué si vale la pena pasarlo mal?
Llegué a mi parada antes de lo pensando. Me baje echando una última mirada a la chica que seguía llorando desconsoladamente. De camino a casa, esa pregunta rondaba mi cabeza. Llegue a un paso de peatón y espere a que el semáforo se pusiera en verde. Mire hacía un lado y después a otro, no puedo pasar, aún vienen coches. Y al mirar para delante, veo un graffiti en una fachada de esta ciudad. Ese graffiti es su nombre. Al verlo una sensación de añoranza y alegría se mezcla en el ambiente. Y entonces ya encuentro respuesta a esa pregunta…
Pienso en mi llegada. Lo veo allí esperándome, como siempre hace tantos días, tantas semanas, tantos meses, hasta ese día… y después él me echa esa sonrisa.
Entonces, en ese instante de segundo, sé que todo esto vale la pena. Y ahora cada vez que me preguntan si vale la pena.. ni lo pienso, solo contesto un rotundo sí.
Y vuelven a preguntarme, ¿Por qué?
Porque simplemente ese fino cristal se tranforma en diamante cuando estoy con él.
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